viernes, 10 de julio de 2009

(DEDICADO A ALEJANDRA PIZARNIK)

ALEJANDRA YA ES TARDE


Alejandra, ya es tarde
Y de seguro has de estar cansada
De tantas dedicatorias
Y breves menciones en los diccionarios:
Alejandra Pizarnik, poeta...
Sí, ya es tarde
Y en Buenos Aires llueve
Y si estuvieras aquí
A pesar de que como bien sabes
Ahora tu nombre último es la nada
Una vez más abiertos tus ojos
Sobre el blanco papel tendrías.
Es que a la vez, como siempre,
Cada lugar
Mirarías y no mirarías.
Insomnio, noches.
¿Acaso para reconocerte en la tentación de cierto ángel?

¿Su nacimiento, su desarrollo, su caída?
¿Pero quién pudo alguna vez decirlo todo?
Insomnio, noches.
Y ya imagino el umbral donde te inclinarías,
Hacia adentro, deshabitada.
Y sería nuevamente
En el delirio del lenguaje
El honor del paraíso la palabra.
Y de pronto
La poesía un laberinto
Para vos que otra vez estarías sola pero otra.
Aunque siempre de tu lado el caos, por supuesto.
Por eso te digo:
En el límite de esta noche es tu ausencia la que llueve.
Ahora, que ya es tarde y Buenos Aires no descansa.


( Poema que escribí el 15/04/2006 en BUENOS AIRES, ciudad en la que viví entre 2005 y 2008, especialmente para leerlo en el homenaje a ALEJANDRA, el 29 de abril de 2006, por los 70 años de su nacimiento, en el CENTRO CULTURAL ALEJANDRA PIZARNIK de AVELLANEDA, a pocas cuadras de su casa natal y con la conmoción maravillosa de apoyar mis papeles en un escritorio y estar sentado en una silla que ella tantos años usara. Dicho centro cultural estaba y quizás está, habitado por parte de sus muebles, dibujos, libros y demás cosas que le pertenecieran.)












ENCUENTRO CON PABLO NERUDA

Vienes a mí, con ojo vidente, misterioso y de espalda,

y con la frente plena de circunstancias oceánicas

como el que de pronto y sin saber cómo

se ha hallado ante la costa ya sin mar

y ha dejado, tendida, la desconsolada red sobre la playa.

Y yo, que he temido siempre los orígenes

y que por eso quisiera vivir donde viven

las algas y los peces,

acecho tu palabra, tu ola existencial,

atravesada por gritos que ordenan solsticios

y que a veces alzan una y otra sonrisa

sepultando la desgracia a tres palmos del suicidio

no lejos de aquel abismo, hacia el que avanzas, obsesivo y circular,

moviendo implacable uno y otro relámpago.

Y yo, que he temido siempre los orígenes,

acecho tu palabra, de lengua, de cántaro,

de crecidas lluvias inéditas, ;

como una armonía perfecta

que de golpe se quiebra.

Y entonces, a todo aquello que es invisible le digo;

inaudito órgano de labios

bajo el imperio de los sexos

temblando entre dientes

hacia todo lo que aniquila.

Luego, yo contigo me hermano

resucitando condes de Lautréamont,

desenterrando amadas ya terribles,

regañando al sueño

entre horribles pesadillas.

Mientras, tú, siempre riendo, y sangrando pero riendo,

te pones nuevamente a sangrar

y no alcanzan tus heridas,

por lo que ríes otra vez, y sangras pero ríes.

Y al fin, de tanto reír y sangrar,

abrazado a mujeres y barcos

logras desasirte

atisbando el más acá de los acases.

Por eso, próximo a tu circunstancia,

a veces siento

cómo persiste lo absurdo en el límite de lo inútil

o en aquellas fatales dinastías de ríos

que dan a un inclinado abismo

de vértigo y de llanto

haciendo crecer los miedos

con sus horizontales líneas

que todo lo quiebran y arrebatan.

He ahí por qué, al alejarse de tu circunstancia,

millones de hombres

huyendo del amor, ante el espejo,

de entrepierna o de boca en sucesión

cuando la vida pasa a través del aire

temblando se van al cielo

como frustrados tristes santos.

Y, para los que a veces se unen a tu circunstancia,

he ahí porque

todo es darse a la música y a los orígenes

hasta enmudecer de golpe

como aquellos que han comprendido

su silencioso destino de anillo

hecho para abrazar todo lo que debe ser abrazado.

Mas tarde, ya casi entrada la noche,

nupcial de astros,

inicias el momento terrible en que te o callas, y callando

cruzas azul con tu honda suave

tras haber lanzado la piedra

bajo una lluvia inconsolable

al borde de aquella tierra fatal

donde se sustancia el punto

en que se quiebra todo equilibrio.

Así, por los caminos , hechizando avanzas

entre el alba

escribiendo mágicas letras de serpientes

con tu terciaria mano inacabable

y te despojas de istmos

y despojándote te abismas en lo desconocido

que de a poco se acerca y te contempla

haciéndote volver de perfil o de frente

para que en tu rostro deambulen

entre un sueño y otro sueño

como rescatados náufragos de altura

los idilios más espléndidos.