Vienes a mí, con ojo vidente, misterioso y de espalda,
y con la frente plena de circunstancias oceánicas
como el que de pronto y sin saber cómo
se ha hallado ante la costa ya sin mar
y ha dejado, tendida, la desconsolada red sobre la playa.
Y yo, que he temido siempre los orígenes
y que por eso quisiera vivir donde viven
las algas y los peces,
acecho tu palabra, tu ola existencial,
atravesada por gritos que ordenan solsticios
y que a veces alzan una y otra sonrisa
sepultando la desgracia a tres palmos del suicidio
no lejos de aquel abismo, hacia el que avanzas, obsesivo y circular,
moviendo implacable uno y otro relámpago.
Y yo, que he temido siempre los orígenes,
acecho tu palabra, de lengua, de cántaro,
de crecidas lluvias inéditas, ;
como una armonía perfecta
que de golpe se quiebra.
Y entonces, a todo aquello que es invisible le digo;
inaudito órgano de labios
bajo el imperio de los sexos
temblando entre dientes
hacia todo lo que aniquila.
Luego, yo contigo me hermano
resucitando condes de Lautréamont,
desenterrando amadas ya terribles,
regañando al sueño
entre horribles pesadillas.
Mientras, tú, siempre riendo, y sangrando pero riendo,
te pones nuevamente a sangrar
y no alcanzan tus heridas,
por lo que ríes otra vez, y sangras pero ríes.
Y al fin, de tanto reír y sangrar,
abrazado a mujeres y barcos
logras desasirte
atisbando el más acá de los acases.
Por eso, próximo a tu circunstancia,
a veces siento
cómo persiste lo absurdo en el límite de lo inútil
o en aquellas fatales dinastías de ríos
que dan a un inclinado abismo
de vértigo y de llanto
haciendo crecer los miedos
con sus horizontales líneas
que todo lo quiebran y arrebatan.
He ahí por qué, al alejarse de tu circunstancia,
millones de hombres
huyendo del amor, ante el espejo,
de entrepierna o de boca en sucesión
cuando la vida pasa a través del aire
temblando se van al cielo
como frustrados tristes santos.
Y, para los que a veces se unen a tu circunstancia,
he ahí porque
todo es darse a la música y a los orígenes
hasta enmudecer de golpe
como aquellos que han comprendido
su silencioso destino de anillo
hecho para abrazar todo lo que debe ser abrazado.
Mas tarde, ya casi entrada la noche,
nupcial de astros,
inicias el momento terrible en que te o callas, y callando
cruzas azul con tu honda suave
tras haber lanzado la piedra
bajo una lluvia inconsolable
al borde de aquella tierra fatal
donde se sustancia el punto
en que se quiebra todo equilibrio.
Así, por los caminos , hechizando avanzas
entre el alba
escribiendo mágicas letras de serpientes
con tu terciaria mano inacabable
y te despojas de istmos
y despojándote te abismas en lo desconocido
que de a poco se acerca y te contempla
haciéndote volver de perfil o de frente
para que en tu rostro deambulen
entre un sueño y otro sueño
como rescatados náufragos de altura
los idilios más espléndidos.