jueves, 4 de diciembre de 2008

CICLO

Qué cielos, qué rostros, qué tiempos, qué palabras,

qué sabidurías surcando lo natal

y diatribas por juicio y el canto cantando

entre la noche

de la imagen que retorna

o del inicio hacia el final,

plenario, insustancial.

Mundeo en la desgracia que disuelve

ampliado por un viento de insurrección.

Mundeo, clima de terror,

que a los amantes se opone

para vencer al amor.

Pero..., ¿Quién eres tú, menos alto y más alto,

cedido o impostado, más amado que el sueño

y más cierto que el gesto?

Amagues y cifras entre árboles

y desmesurados, arriba del signo, los pasos,

donde todas las señales intrincadas se cruzan.

Barco anclado por el mal, y lánguido paisaje

al ojo inmóvil,

yo también asumí el terror y el olvido que recuerdo

forzando todas las líneas, quebrando la tensión

entre una primavera y otro verano.

Esto, desconociendo, pude haber hecho

si no me hubiera desconocido demasiado,

yo, que por sobre el naufragio, pulsando junturas uní las aguas

ignorando que me ignoraba.

Esta posibilidad, este no saber, esta muerte,

sintiendo para sentir, en un día más acá de mí

podría hacer ahora, si no fuera porque me conozco demasiado.

O bien, irme de mí, perderme para vivir,

abandonar mi sueño por este sueño,

mi poema por aquel otro no dicho,

el silencio, boca entrelineada, la aliteración,

los antiguos ritmos en la apertura final de todo el ciclo.

Qué cielos, qué rostros, qué palabras

tan verticales hacia mí.

Y al fin, en la proyección de mi canto,

el blanco dispersando lo que escribo

adhiriendo niebla al silencio.