CICLO
Qué cielos, qué rostros, qué tiempos, qué palabras,
qué sabidurías surcando lo natal
y diatribas por juicio y el canto cantando
entre la noche
de la imagen que retorna
o del inicio hacia el final,
plenario, insustancial.
Mundeo en la desgracia que disuelve
ampliado por un viento de insurrección.
Mundeo, clima de terror,
que a los amantes se opone
para vencer al amor.
Pero..., ¿Quién eres tú, menos alto y más alto,
cedido o impostado, más amado que el sueño
y más cierto que el gesto?
Amagues y cifras entre árboles
y desmesurados, arriba del signo, los pasos,
donde todas las señales intrincadas se cruzan.
Barco anclado por el mal, y lánguido paisaje
al ojo inmóvil,
yo también asumí el terror y el olvido que recuerdo
forzando todas las líneas, quebrando la tensión
entre una primavera y otro verano.
Esto, desconociendo, pude haber hecho
si no me hubiera desconocido demasiado,
yo, que por sobre el naufragio, pulsando junturas uní las aguas
ignorando que me ignoraba.
Esta posibilidad, este no saber, esta muerte,
sintiendo para sentir, en un día más acá de mí
podría hacer ahora, si no fuera porque me conozco demasiado.
O bien, irme de mí, perderme para vivir,
abandonar mi sueño por este sueño,
mi poema por aquel otro no dicho,
el silencio, boca entrelineada, la aliteración,
los antiguos ritmos en la apertura final de todo el ciclo.
Qué cielos, qué rostros, qué palabras
tan verticales hacia mí.
Y al fin, en la proyección de mi canto,
el blanco dispersando lo que escribo
adhiriendo niebla al silencio.