jueves, 4 de diciembre de 2008

NERVAL

Naves de sombra deslizando círculos de agonía,

naves de sombra en tus dormidos ojos

quebrando el íntimo laurel

en la indescifrable línea del relámpago

que Isis soñara envuelta en roja tormenta

en los derrumbes de tu nada.

Y para tus concéntricos pasos rumbo al ánfora invisible

donde claman los astros la inminencia del oro

rueda aquel entrechocar de olas en lejanía sin viento

porque lo divino se alza hasta tu frente aterida

y entonces, tú te ahorcas, para volver al origen de la vida.

Oh, golfo triste que vacilas y vacilando retomas

el viejo camino de arena antigua

mientras pende tu soga azul del sistro asesino

como misterioso hierofante en llamaradas riendo

para oficiar el réquiem en la magia de tu cintura.

Oh, pálido en neblina donde muere el tiempo

en delirio de amapola y piramidales ocasos

de heliotropos sanguinarios que en orgía acaba.

Orilla de viento y oscilación de la locura

en el junco diverso del naufragio

y tus ojos dibujando

la mágica geometría de una belleza

aún más pura que tu rostro ante la luz.

Y ya cursa Andrómeda el duro tiempo de la belleza,

de la belleza vacía,

y la luz de un instante raya la columna de aire

en la orilla transparente del río sin blancura.

Mientras, otra voz, en la tarde te habla, y tú no comprendes

y oscilando, tus pasos vuelves,

hacia los oscuros ojos de la noche oscura

como soñando a Aurelia

amarilla flor de prohibidos encantos.

Y ya te ves huyendo, en aquel fantasma trágico

que en su propia mano su triste cabeza sostiene

cada vez que de la tumba egipcia recuerdas

la misteriosa momia

y su alma milenaria en el ave atroz.

Oh, golfo triste que vacilas y vacilando retomas

el viejo camino de arena antigua.

Oh, pálido en neblina donde muere el tiempo

en delirio de amapola y piramidales ocasos.

Oh, soñador de vientos, que cantando pasas

para que repose el vertiginoso instante

en la oscura infinitud.