lunes, 8 de diciembre de 2008
Preocupado por el más allá, muy solo y masticando rabia
y hablando imaginariamente con la muerte, ese día
anduve incansablemente por las veredas de Plaza Retiro, hasta que de pronto,
me paré muy cerca de la inmensa Torre de los Ingleses
para observar, a lo lejos, el atardecer de autos en movimiento y recortados edificios.
Dadas las cosas así, de golpe me di cuenta que Witold Gombrowicz
- aún medianamente joven pero velozmente envejeciendo - estaba
también parado ahí, mirándome, muy cerca de mí
y sintiendo el mismo nudo en la garganta que yo
tras el sol final de esa tarde, sin nadie más, tan sólo nosotros mismos
cansados vagabundos semiderrotados.
- Mire el reflujo de la ciudad – me dijo él, manteniendo su mirada
quién sabe a qué parte de su interior aunque apuntando
hacia la estación de trenes que teníamos enfrente.
Había en sus cansadas palabras como un corte en el tiempo,
una vuelta hacia ningún lado, acaso intransitable puente donde
desunido, el presente, alzándose en su autonomía, ya no era
parte de la transitoriedad.
Yo entonces, azorado, tan sólo atiné a observar ese reflujo mágico por él señalado
y era todo como un sueño, nostalgias de infancia, alucinaciones o corrimientos
girantes en mi mente, que podrían pero no pudieron ser
dominados en mi tambaleante memoria.
Única débil flexible estructura del tiempo – pensé yo –
en busca a esa altura
de cualquier medio de transporte que nos llevara a ambos
de vuelta al sitio que a cada uno – por obvias pertenencias a tiempos distintos –
nos correspondiera.
O que nos llevara a ambos de vuelta a un clima del corazón
donde cada uno pudiera correctamente situarse sin llorar la despedida eterna.
viernes, 5 de diciembre de 2008
VIENES TEMPRANO ESTA MAÑANA
Vienes temprano esta mañana. Las sombras, los sueños
Se repliegan bajo el pensamiento.
Vuelves a venir por la tarde. Afuera
No queda más amarillo
Que las hojas de los árboles
Que también caen, con más fuerza que la lluvia.
Más tarde, la falta de claridad
Variando las distancias entre los objetos
Desesperadamente moviliza los deseos.
Tus ojos,
Un aire leve
Reconstruyendo sin palabras lo que imagino del universo.
NADIE
Nadie.
Ni línea ni extensión ni tiempo
ni derrotero azul
ni abismo en movimiento.
Solamente una luz
o nuestros ojos como vientos de íntimas mareas
si la voz
no es más que un sueño
y si el amor
en su propio rostro inscribe
un alto paroxismo de amapolas
en la perfecta rivera inmóvil
clausurada entre dos instantes.
Yo sé estatuas.
Yo sé otoños.
Duro solsticio de aves
por ritos en declive
hímnicamente danzando.
O altos insondables espejos
naufragando a distancia.
O fuegos fatuos de mandrágoras
entre el siempre y el jamás.
Yo sé columnas.
Yo sé días.
Eclipsadas mariposas
en el punto más extremo del límite
desligando ese punto , de otro , inefable,
como término de pavor
en el blanco centro del suicidio
inquiriendo lo inescrutable.
Nadie.
Ni torres ni lagos
ni tatuaje de las tardes
en las extrañas sinuosidades del aire.
Sólo águilas de alta mar
sobre la absuelta intimación de los mástiles
o absurdas y resentidas epístolas
rayadas por escuadras rojas y meteoros infernales.
Nadie.
Tan sólo lo inútil
como si de aquel árbol
su duramen se desanillara
hasta la imperiosa potencialidad
de su propia ausencia.
Nadie.
Tan sólo lo inútil
como un vasto alarido de silencio.
LA PERDICIÓN
La perdición, un entramado
con la palabra.
Un entramado.
Pero...,
la perdición
no es más que...,
es un conocimiento,
delirado :
MELENITA DE ORO
DAME LA MANO.
MELENITA DE ORO.
LA MANO.
Pero..., ahora es...
el murmullo.
Él ...,
ante una extensión
donde
los peces se nadan
y las mujeres,
las mujeres se van de compras.
Volver así a la nostalgia,
Argentina.
Porque en Argentina
escribir poemas ahora es
cargarse de toda la risa
que pueden producir todos los que están al lado
del que sin querer se recontracaga encima.
Las voces otra vez
y otra vez las...,
remolinos en el agua
como la...,
traidora.
Te odio
conociendo mi pureza.
Me queda la palabra.
Me queda el lenguaje.
La angustia del puede y canta
para...
Pero hoy es nochebuena
y como bien sabemos
en nochebuena
se hartan todos.
Y los maridos se ponen algo maricas.
Nada más parecido.
Y yo un poco aburrido.
Un poco desesperado :
puajj... Argentina, potencia del Tercer Mundo
que vas quizás al Primero
o quizás a ningún lado.
Pero que por ahora
dejas algo bien en claro
que es que
escribir en Argentina no es gritar,
más bien es decir,
es decir toda la mierda del que no se resigna
a morir de mudez tirado en las esquinas y es también
llorar.
Inundar.
Pero...
este por qué
de amargura parada
que negaba la locuacidad de los presentes
y la dulcidez técnica
en decir ya
y nada. Ninguna era mi
desamada de amores
de no poder y no poder.
Pero nunca encontré.
Y en mí
me despojo de lo accesorio
y es el cuerpo
tu cuerpo ahora el único testigo.
Ahora..., hagamos una pausa.
Porque es muy denso esto que escribo.
Una pausa. Una...
Miento o no miento.
Y si miento, cómo miento.
Y si no miento,
(para no herir)
cómo te lo digo.
Escribir en Argentina es...
lanzar de un golpe, hablando mucho,
demasiado.
Pero..., una pausa (otra), algún paréntesis, un poco de respiro.
Justamente es demasiado.
Bien. Sí, una pausa.
Pero..., volviendo al tema.
Por qué
si lo que deseamos es tal cosa,
cómo, nadie,
va , corre y salta, y lo toma
y se cae pero se levanta
de hurras
y vos
y vas
vas
sin nada
sin nunca
lo que se conoce
diciendo :
el crimen me pertenece.
Tanto lo siento.
Bueno.
Basta.
Ahora,
retorno al poema.
También yo quisiera,
quisiera
con las uñas
lastimar
rabioso
por donde
se decida la pelea.
Ahora sí.
Pronunciado
el pronunciamiento
tantas veces postergado, algún repliegue
sólo por un momento
para decirme
donde vas
parado.
Es que esto no lo dijo en general
la voz que hablaba por mí.
Bah, no lo dijo...
No lo dijo y lo dijo.
Entre uno y otro.
Entre el que me hablaba y yo.
Y yo sin entender, rápido transcribiendo
y transcribiendo.
Uff. Que arduo...
las vueltas
y vueltas que da este poema.
Pero basta.
Es inútil.
No hay nada que hacerle.
Se hunden las palabras.
Es vertical,
igual que estéril
el aire que sostiene este suelo
para este
o cualquier
otro
poema.
EN MEMORIA DE PAUL CELAN
En horizonte piedran las parvas los más grandes gestos
donde peregrinan iquilinos miércoles ante el santuario
donde ligamen de vírgenes desollan lo real.
Arrebolado sudario en el fango de tus ojos
navega en mar de olvido y tiembla y sucede.
Oh, lágrima sin término, en raptos diseminada
si el manantial de tu vida la rueda gira
y voltea seducida locura de amor temblando.
Restos de niebla pasan sobre altivos refugios
arrodillados muriendo más allá de tus enfados.
A mis alas agonía si tus delirios vacilan
y vacilando, a torbellino sin centro, caen atroz
en la grave elipsis de lo que era irreal.
Suena la onda tenue en el agua impura
donde avanza vertical la vertical Andrómeda.
Hora de mies, precedente del duramen, adviento
en la paz de tus alturas. Cae el viento y sella
la cantinela servil y se quiebra el acantilado
donde mora mi sueño y tu sueño. Abolido blanco
imprimiendo un recuerdo sustraído al vacío.
Fui y fuiste signo de sangre opuesta, invertida,
en ascenso rezumbando imagen pura.
Gris, gris albura donde el tiempo intima.
Cruce magnífico, espacio quebrado y celiyermo.
Sagrado término de lo que no pudimos ver
a un palmo de nuestras manos.
Fin de violetas cabellos rodeando el cuerpo,
Constelado cuerpo de irreparable ausencia gualda,
Arreciando glauco sobre el golfo de tus sombras.
DESDE ESTA RABIA
Desde esta rabia donde un clima del corazón
arqueando ámbitos de mar
rechaza y no, aquella exultada corriente de amor,
ha de percibir mi mano, ella, la que toco en sueños,
atrás, circular como la magia de los que se amaron.
Así, nunca, nadie, será la boca
de tu congelada sonrisa mirando mis ojos
por el aire extendiendo la ausencia invertida.
Y porque no es posible levantar la muerte del mundo
si la sangre, ya leve, la vida duerme,
puedo entonces decir:
en la vacilación de los amantes está el secreto del amor.
Y porque las palabras del sueño
a otro sueño en una hoja canto,
yo estoy, vuelto a las horas del recuerdo, una mano al vacío.
jueves, 4 de diciembre de 2008
CABALLOS AL VIENTO
Puro, como a lo lejos la curva que al mar encierra,
me quedé imaginando una llanura con caballos.
Los hocicos ávidos de pasto, las crines libres al viento,
las colas jugando ante el paisaje verde de los pinos.
Mientras, como vírgenes a punto de ser prostituidas,
sobre los tejados de una capilla triste,
centelleos blancos del sol aparecieron,
manteniendo los caballos, las nubes, las hojas,
firmemente arraigados, aunque todos ellos fluían
hacia el este como las olas en el mar,
cuando de pronto, sobre mi cuerpo giró un sueño,
variando en mí cada pasaje visionario.
Entonces, empecé a ver
un caos de formas bajo una amargura cálida:
exóticos como animales mitológicos
caballos delirantes en el verde girante
llorando en los márgenes
nostalgias de tiempos mejores.
A poco, el sueño me excitó, me lanzó, me sacó de mí,
lejos de mi propio centro. Y en su sucesión, yo mismo
y los caballos y las nubes y las hojas y todos los planetas
girando avanzamos desesperados.
Luego, como si aquellas lágrimas no pudieran quitarla,
nuevamente fue la nada, sólo angustia.
Tan unida a mí, como una parte más de mi cuerpo,
circulando pura en mi sangre
ante lo que era y lo que sería.
Instante grave, crucial, a partir del cual
queriendo cambiar, ser otra cosa,
desesperadamente me esforcé.
Pero todo fue inútil, cada vez tan sólo
el perfecto sucesivo orden de la misma nada.
Así las cosas, lo que entonces deseé
es lo que había sido
antes que los años, antes que la lucidez,
antes que el bien y el mal
trágico me colocaran ante aquel incidente:
tan sólo caballos de pinos al viento
despacio girando
fuera del tiempo, más allá de la mente.
VOY A HABLAR
Voy a hablar
Mezcladamente
De la Argentina.
De mi familia,
De política,
De literatura,
Y demás yerbas.
Por ejemplo
Voy a hablar
Del argentinito,
argentinito.
Del argentinoide,
argentinoide.
De lo argentinamente.
Del argentinazo.
De argentinizar.
De desargentinizar.
De lo ultra-argentinamente.
Y porque no
De los aiges.
Y a ellos les digo
Lo primero que se me ocurre.
Que es lo siguiente :
Por favor, aiges del mundo uníos.
Que esa es la ley primera.
Y ante todo antes de seguir
aclaro para no confundir
que está aige y están los aiges.
Está aige que esto escribe y están los demás aiges que nada escriben
salvo mi primo Tito habitante y líder de los escritores de la pujante ciudad de Casilda.
Ambos sacrificados vagos, (perdón) artistas
A puro pecho y con muchísimos huevos
Para salvar el honor de la familia.
En medio de una época bastante triste.
Ridículamente fallida esta época
Que no cree en nada profundamente vertical
Salvo en ningunear y ningunear.
Del ambiente literario y demás ambientes mejor ni hablar.
Por eso digo con jubilo de orgullo nacional
Vos que sos ultra-puro-argentino
Es decir
Pura marca nacional
Es decir
Que amas el fútbol y el mate no lavado.
Y entre algún que otro gol
Y mate y mate
Repetís y repetís
Alguna que otra frase del General.
“Por ese gran argentino...ponpóm, ponpóm”.
Pero digamos la pura verdad,
para un argentino no hay nada mejor
que ver rodar una pelota
con un buen mate no lavado
entre mano y mano.
Y aclaro que no estoy hablando acá
De aquel ridículo poema
De don Ezequiel Martínez Estrada.
Ni siquiera de Borges
Por haberle puesto tantas estrellas
A los poemas de don Ezequiel
Que terminó estrellándolo contra el fango.
No, sólo hablo del orgullo estrictamente nacional.
Sólo hablo claro está de los argentinos, argentinitos,
argentinoides, argentinazos.
Y por supuesto de los aiges, aigesitos,
aigenoides, aigenazos.
Perdón, pido perdón a todos.
Un saludo y un abrazo.
Que más da.
Un saludo y un abrazo.
NERVAL
Naves de sombra deslizando círculos de agonía,
naves de sombra en tus dormidos ojos
quebrando el íntimo laurel
en la indescifrable línea del relámpago
que Isis soñara envuelta en roja tormenta
en los derrumbes de tu nada.
Y para tus concéntricos pasos rumbo al ánfora invisible
donde claman los astros la inminencia del oro
rueda aquel entrechocar de olas en lejanía sin viento
porque lo divino se alza hasta tu frente aterida
y entonces, tú te ahorcas, para volver al origen de la vida.
Oh, golfo triste que vacilas y vacilando retomas
el viejo camino de arena antigua
mientras pende tu soga azul del sistro asesino
como misterioso hierofante en llamaradas riendo
para oficiar el réquiem en la magia de tu cintura.
Oh, pálido en neblina donde muere el tiempo
en delirio de amapola y piramidales ocasos
de heliotropos sanguinarios que en orgía acaba.
Orilla de viento y oscilación de la locura
en el junco diverso del naufragio
y tus ojos dibujando
la mágica geometría de una belleza
aún más pura que tu rostro ante la luz.
Y ya cursa Andrómeda el duro tiempo de la belleza,
de la belleza vacía,
y la luz de un instante raya la columna de aire
en la orilla transparente del río sin blancura.
Mientras, otra voz, en la tarde te habla, y tú no comprendes
y oscilando, tus pasos vuelves,
hacia los oscuros ojos de la noche oscura
como soñando a Aurelia
amarilla flor de prohibidos encantos.
Y ya te ves huyendo, en aquel fantasma trágico
que en su propia mano su triste cabeza sostiene
cada vez que de la tumba egipcia recuerdas
la misteriosa momia
y su alma milenaria en el ave atroz.
Oh, golfo triste que vacilas y vacilando retomas
el viejo camino de arena antigua.
Oh, pálido en neblina donde muere el tiempo
en delirio de amapola y piramidales ocasos.
Oh, soñador de vientos, que cantando pasas
para que repose el vertiginoso instante
en la oscura infinitud.
ENCUENTRO CON WITOLD GOMBROWICZ
Preocupado por el más allá, muy solo y masticando rabia
y hablando imaginariamente con la muerte, ese día
anduve incansablemente por las veredas de Plaza Retiro, hasta que de pronto
me paré muy cerca de la inmensa Torre de los Ingleses
para observar, a lo lejos, el atardecer de autos en movimiento y recortados edificios.
Dadas las cosas así, de golpe me di cuenta que Witold Gombrowicz
- aún medianamente joven pero velozmente envejeciendo - estaba
también parado ahí, mirándome, muy cerca de mí
y sintiendo el mismo nudo en la garganta que yo
tras el sol final de esa tarde, sin nadie más, tan sólo nosotros mismos
cansados vagabundos semiderrotados.
- Mire el reflujo de la ciudad – me dijo él, manteniendo su mirada
quién sabe a qué parte de su interior aunque apuntando
hacia la estación de trenes que teníamos enfrente.
Había en sus cansadas palabras como un corte en el tiempo,
una vuelta hacia ningún lado, acaso intransitable puente donde
desunido, el presente, alzándose en su autonomía, ya no era
parte de la transitoriedad.
Yo entonces, azorado, tan sólo atiné a observar ese reflujo mágico por él señalado
y era todo como un sueño, nostalgias de infancia, alucinaciones o corrimientos
girantes en mi mente, que podrían pero no pudieron ser
dominados en mi tambaleante memoria.
Única débil flexible estructura del tiempo – pensé yo –
en busca a esa altura
de cualquier medio de transporte que nos llevara a ambos
de vuelta al sitio que a cada uno – por obvias pertenencias a tiempos distintos –
nos correspondiera.
O que nos llevara a ambos de vuelta a un clima del corazón
donde cada uno pudiera correctamente situarse sin llorar la despedida eterna.
CICLO
Qué cielos, qué rostros, qué tiempos, qué palabras,
qué sabidurías surcando lo natal
y diatribas por juicio y el canto cantando
entre la noche
de la imagen que retorna
o del inicio hacia el final,
plenario, insustancial.
Mundeo en la desgracia que disuelve
ampliado por un viento de insurrección.
Mundeo, clima de terror,
que a los amantes se opone
para vencer al amor.
Pero..., ¿Quién eres tú, menos alto y más alto,
cedido o impostado, más amado que el sueño
y más cierto que el gesto?
Amagues y cifras entre árboles
y desmesurados, arriba del signo, los pasos,
donde todas las señales intrincadas se cruzan.
Barco anclado por el mal, y lánguido paisaje
al ojo inmóvil,
yo también asumí el terror y el olvido que recuerdo
forzando todas las líneas, quebrando la tensión
entre una primavera y otro verano.
Esto, desconociendo, pude haber hecho
si no me hubiera desconocido demasiado,
yo, que por sobre el naufragio, pulsando junturas uní las aguas
ignorando que me ignoraba.
Esta posibilidad, este no saber, esta muerte,
sintiendo para sentir, en un día más acá de mí
podría hacer ahora, si no fuera porque me conozco demasiado.
O bien, irme de mí, perderme para vivir,
abandonar mi sueño por este sueño,
mi poema por aquel otro no dicho,
el silencio, boca entrelineada, la aliteración,
los antiguos ritmos en la apertura final de todo el ciclo.
Qué cielos, qué rostros, qué palabras
tan verticales hacia mí.
Y al fin, en la proyección de mi canto,
el blanco dispersando lo que escribo
adhiriendo niebla al silencio.
ELEGÍA
( a JUAN MANUEL INCHAUSPE )
Trataste de poner lo negro en su sitio,
de ordenar lo desordenado.
Trataste de ver qué cosas te eran más íntimas
y cuáles más lejanas,
qué desesperados corrimientos había,
de donde venía ese desvarío,
ese grito desfilando enloquecidamente en la noche helada:
tenebrosos sueños que no te abandonaban.
Así, de pronto,
viviste el horror
de ver que aquel que estaba en el espejo
era otro.
Pero,
cómo pudiste, heroicamente,
cada cosa tratar de poner en su sitio?
Es cierto que se pueden alzar del mundo
los pedazos de un día roto
sin blasfemar.
Es cierto que se pueden quitar las innumerables trampas
de los rincones más oscuros,
batir el desplazamiento de las desavenencias
y cada guarida de cada absurdo
que se fueron devorando una a una nuestras ilusiones
para dejarnos tan vacíos de cara al silencio.
También es cierto que se puede salir con vida
del terror,
y se puede, después, volver.
Y que también, se pueden ir uniendo los pedazos de aquel día
rehaciéndolo de a poco
y llegar a sentir que su forma y su esencia
es sensible a lo cóncavo de tus manos, dolor.
Sí, todo eso es cierto,
pero cuando lo negro rabiosamente aúlla en lo profundo a veces
y va y viene en uno a oleadas fulminantes
y uno decide no irse,
quién entonces desenreda el tremendo caos
con manos impertérritas
sin encontrarse a la vez muy solo y enredado,
como ahora, que estás para siempre tan lejos de casa,
muy despacio, caminando sobre escombros?